martes, 29 de mayo de 2007

Nostalgia.

Finales de Julio de 2006.

Después de un año esperando con ansía por fin llega el momento más esperado del verano. Me voy de vacaciones. El destino esta vez será un pueblo de Asturias al que ya he ido alguna vez y donde tengo algunas amistades.

Estas líneas son el principio de una historia digna de contar, aunque hoy no será el día en que la relate. Hoy sólo quería recordar algunos momentos y sentimientos memorables de aquellas vacaciones, inolvidables, y dar las gracias a todas las personas que hicieron posible que jamás olvide ese verano. Lo escribo aquí porque estoy casi seguro de que todo el que lea este texto habrá tenido unas vacaciones comparables a las que yo describo aquí y mi única intención es que su cerebrito se ponga a recordar y le invada la nostalgia igual que me ha invadido a mi recientemente.

Recuerdo...

Llegar y sentirme extraño el primer día, sentir que sobro y que estoy fuera de mi lugar. Todo el mundo ya se conoce y yo, simplemente, soy el recién llegado, el raro. Recuerdo como un leve atisbo de timidez (harto rara en mi) se dejaba ver y me hacía más callado y taciturno.
Recuerdo una persona (a quien ya conocía) que se acercó y estuvo charlando conmigo, con lo que consiguió desterrar todo rastro de timidez de mi comportamiento y hacerme ser el de siempre.

Recuerdo esas horas muertas en la piscina, jugando a las cartas, escuchando música, hablando o simplemente mirándonos unos a otros sin decir nada, porque las palabras sobraban en aquel recinto en el que todos nos conocíamos.

Recuerdo las tardes en las que íbamos a un banco, o a la ría, a comer pipas para matar el tiempo mientras discutíamos sobre cosas totalmente banales e insignificantes.

Recuerdo la expresión de una amiga cuando dejó a su novio cuando le vio con otra mujer porque él le había dicho que no la quería. Recuerdo el sentimiento de inutilidad que me invadió en ese momento al no saber qué decir, ni qué hacer ni cómo comportarme.

Recuerdo una cena en la terraza de un bar. Esa noche pedí a todos los que cenaron junto a mi que estampasen su firma en la cuenta diciéndoles que la conservaría. En este mismo momento estoy observando el blanco papel lleno de tinta de rotulador negro con los nombres de todos los que estuvieron junto a aquel día.

Recuerdo a una chica llorando por la muerte de un familiar. Recuerdo su expresión al sentir cómo la abrazaba, momento en el que casi escuché sus pensamientos, en los que se extrañaba de que yo, que hasta ese momento le caía mal, la hubiese abrazado al verla sufrir. Recuerdo como, a partir de ese momento, esa chica pasó a ser una de mis mejores amigas.

Recuerdo ese continuo flujo de sonrisas con el que nos deleitábamos segundo a segundo, recuerdo que la palabra "triste" no podría utilizarse para definir nuestro estado emocional en la mayor parte del tiempo de las vacaciones.

Recuerdo a una chica llorando porque su novio había llevado en moto a mi hermana y los celos pudieron con ella. También recuerdo la mirada impasible del chico, como si se tratase de un canto rodado en lugar de una persona. Mi pensamiento fue de profundo odio hacia el chico, al ver que ella estaba pasándolo mal por su culpa y él permanecía tranquilo.

Recuerdo caminar agarrado a una amiga la última noche por todo el pueblo porque ella lo estaba pasando mal. Recuerdo un abrazo interminable en el portal del bloque de apartamentos esa misma noche. Recuerdo todos y cada uno de los viajes en ascensor de ese día. Recuerdo como me dio la impresión de que el tiempo se paraba en aquel momento lleno de magia, en aquel rellano del segundo piso. Recuerdo como, para mi pesar, el tiempo no se había parado y tenía que volver al apartamento que había alquilado para hacer la maleta, y partir al día siguiente. Recuerdo un ¿mañana nos vemos? y recuerdo mi afirmación y el susurro de un "mañana nos vemos, como sea" que emitió mi corazón.

Recuerdo la mañana de mi partida, terminando todos los preparativos deprisa y corriendo para poder apurar los últimos minutos a su lado. Recuerdo su expresión desolada (seguramente igual que la mía) cuando bajé al portal y la vi. Recuerdo el viaje en ascensor hacia el garaje. Recuerdo el triste y deprimente momento de la despedida. Recuerdo el mirar atrás desde el coche, hasta que llegó la primera curva en la carretera, escondiendo detrás de un edificio aquellos 15 días. 15 días repletos de emociones. 15 de los mejores días que he vivido nunca.

Animo a todo el que lea esta entrada a que se ponga a recordar sus mejores momentos. Aquellos breves periodos de tiempo que, por una u otra razón, se convierten en especiales y pasan a la categoría de inolvidables. También os animo a que escribáis como comentario en esta entrada algún recuerdo que os parezca importante o que haya sido especialmente especial (valga la redundancia) para vosotros y que queráis compartir con el resto de lectores.

Un saludo y un abrazo a tod@s.