Una de las cosas que odio es la rutina, el despertarte un día y que sea igual que el anterior, mirarte al espejo conocer de antemano lo que vas a ver: una aplastante monotonía en todos y cada uno de los rincones de tu vida. Te levantas, te vistes, te lavas la cara, los dientes, desayunas, vas a trabajar, comes, coges el coche, llegas a casa, te pones el pijama, ves un rato la tele, te acuestas, te duermes. No hay nada más.
Esta situación que se repite periódicamente durante un día... otro... un mes... un año... diez... acaba por destruir el cerebro más resistente, por malhumorar al más optimista y por hacer que nadie tenga ganas de seguir viviendo en ese aplastante círculo cerrado que es su vida. Ven lo agobiante que es su situación, pero no saben cómo cambiarlo, están obligados a comportarse de una manera, tienen demasiadas responsabilidades como para dejarlas de lado y cambiar un poco el curso de su aburrida vida.
Hay situaciones que rompen esa monotonía. A veces son bruscos cambios en el transcurso del tiempo: se muere un familiar, te casas, se cae un edificio en tu barrio... Estas situaciones hacen que tu vida de un giro y cambie radicalmente.
Otras veces los cambios son mucho más sutiles y enormemente más placenteros, no hace falta que suceda una gran cosa para hacerte desear seguir viviendo. Son los pequeños detalles los que hacen que la monotonía se destruya sin dejar rastro: una mirada en el metro, una sonrisa regalada por la dependienta de una tienda, una caricia al rozarte con un extraño en la calle, ver como alguien te observa desde una ventana mientras se fuma un cigarro etc...
Esas pequeñas situaciones que estimulan tu cerebro, haciéndote ver las cosas desde una perspectiva diferente, (y que a menudo pasan desapercibidas) son las que te hacen comenzar el día con una sonrisa; consiguen que te den ganas de ir a trabajar para ver si, con suerte, alguien ve tu sonrisa y siente lo mismo que tú has sentido cuando alguna mirada o algún guiño te ha hecho dejar atrás la rutina.
Permanece atento a estos sucesos, no pierdas las ganas de sonreir y entierra la monotonía en un lugar donde nunca puedas volver a encontrarla.
Un saludo y un abrazo.
Un saludo y un abrazo.