viernes, 23 de mayo de 2008

Testimonio.

Hoy ha tenido lugar en mi vida un suceso que me ha hecho reflexionar sobre la ilimitada estupidez humana. Yo, como buen miembro digno de mi especie, tengo de vez en cuando algunas ideas comúnmente conocidas como "de bombero" de esas que te hacen darte cuenta de lo gilipollas que puedes llegar a ser cuando se te cruzan los cables y hacen mal contacto. Mi historia es la siguiente:

Hoy, como cualquier otro día de diario me levanté para ir a clase, y llevé a cabo el mal hábito que tengo de vestirme por la mañana antes de salir a la calle. Bien, mi primer pensamiento al abrir el armario fue:

"Ayer hizo calor"

Error gravísimo e imperdonable número uno. El clima tiene unas fluctuaciones aleatorias no determinables a largo plazo que cualquier humano mentalmente sano conoce; es decir, que algunos días llueve y otros no. Pues bien, yo no tuve en cuenta ese dato tan superfluo e irrelevante, así que me puse unos pantalones piratas monísimos y una camisetilla de manga corta de las finitas, para no asarme con el sol de Mayo.

Este error, pensaréis ustedes, agudos lectores, podría ser fácilmente subsanado con el simple y racional acto de mirar por la ventana para ver cómo está el día, y en caso de dudas abriendo dicha ventana y sacando la manita al exterior para comprobar la temperatura aproximada del exterior y evitar toparse de cara con las posibles inclemencias climáticas de la primavera. Pero estamos hablando de estupidez no de racionalidad.



He aquí un sujeto estúpido. Hoy me he
sentido como él en un par de ocasiones.




Pues bien, volviendo a ponernos en situación, yo me calcé mis piratas (monísimos, por cierto) y mi camisetilla y salí de la habitación dispuesto a comerme el mundo y a asombrar a todos los seres humanos con mi sobrenatural presencia, después de desayunar, por supuesto. Una vez en la comida, disfrutando de mis galletas Príncipe de rigor mi madre me interceptó y me dirigió estas sabias palabras:

"Muy fresco vas tú. Hoy está nublado, va a llover"

Por supuesto, un ente superior como yo ignoró este consejo de segunda clase sin ningún rigor científico que lo respaldase; lo que nos lleva al error gravísimo e imperdonable número dos: Hazle siempre caso a tu madre, ella sabe más que tú, ella ha vivido más tiempo que tú y ella tiene por costumbre ver el parte meteorológico diariamente. Pero claro, subido en mi nube de superioridad rechacé esta demostración de vaga palabrería y salí a la calle más chulo que un ocho.

Al principio todo iba bien, como en las películas americanas, el cielo estaba nublado pero hacía calorcito lo que yo vi como una señal positiva del destino, había acertado con mi atuendo y además el sol no me iba a cegar durante la mañana. Todo son ventajas cuando te levantas con buen pie.

Peeeeeero, igual igual que en las pelis americanas la cosa se torció en el punto del camino en el que me resultaba imposible volver a casa a enmendar mi error. Este curioso fenómeno se repite en mi vida continuamente y es digno de estudio, siempre me doy cuenta de que la he cagado cuando ya no puedo volver atrás y rectificar. No sé si le pasará al resto de los humanos, pero si a alguien le ha pasado entenderá mi frustración ante mi propia estupidez.

Siguiendo con el hilo argumental sobra decir que empezó a llover, como bien había profetizado mi madre unos minutos antes. Aceleré el paso hasta llegar al instituto y una vez dentro hice un balance de daños y de pérdidas que resumiré así:

-Pérdidas humanas: 0
-Pérdidas materiales: 0
-Daños materiales: Camiseta y pantalones (que no sé si he dicho ya que son monísimos) considerablemente mojados.

Tras ese balance llegué a la conclusión de que no había sido para tanto la aventura, puesto que a lo largo de la mañana el sol surcaría el cielo calentando el ambiente y evitando que lloviese demasiado. Es decir, más calorcito y menos mojarse. Este pensamiento nos lleva de cabeza al error gravísimo e imperdonable número tres. El más importante de todos, que pondré en negrita:

Cuando ya la has cagado, nunca, nunca, nunca jamás las cosas van a mejorar; siempre irán a peor.

Este es un axioma irrefutable e infalsable de la existencia humana, es una variación de la ley de Murphy que decía que cuando las cosas pueden salir mal sin ninguna duda saldrán mal; en este caso cuando las cosas ya han empezado a ir mal sólo pueden ir a peor.
Este es el paisaje que yo me esperaba al salir de clase.



Y como no, esta ley no falla. Salí del instituto esperando encontrarme un clima apacible y tranquilo con el que me deslizaría armónicamente con el piar de los pajaritos que habrían salido después de la lluvia a cantarle al arco iris camino a mi casa. Pero cuán enorme fue mi desengaño al ver que me equivocaba por completo. La lluvia, ajena a mis intereses caía con una fuerza sobrenatural, con rabia, con contundencia, con pasión, vamos con mala hostia.

Automáticamente repasé en mi mente el plano de mi ciudad en tres dimensiones calculando cuál sería el camino más corto hacia mi vivienda. Esfuerzo que fue inútil, pues me empapé de pies a cabeza durante el trayecto. Si me hubieran metido en una piscina con ropa para regarme con una manguera de bomberos al salir el resultado hubiera sido idéntico. He llegado a casa (esto ha sido hace escasa media hora) chorreando como un perro tras una tormenta y pensando en lo idiota que puedo llegar a ser cuando me acabo de levantar, cultivando probablemente un catarrazo del copón.


Así que este espeluznante testimonio me ha servido para reflexionar en la estupidez absoluta del ser humano en general. Desde aquí os aconsejo sinceramente que penséis, coño, no hagáis como yo.

He dicho.

Vargas.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Egoísmo.

Clase de filosofía de cualquier facultad del mundo, un profesor se dirige a su clase:



- Entonces dejé de intentar convertirme en el Rey Midas; deje de desvivirme para conseguir que todo lo que tocase se convirtiera en oro y me preocupé por mí y sólo por mí. Es a lo que comúnmente se denomina ser egoísta y, lamento decirles, que no es nada malo. La palabra egoísta ha sido sacada de contexto a lo largo del tiempo convirtiéndose en poco más que en un insulto de segunda categoría. Una palabra despectiva, dirigida a alguna persona que nos ha negado su ayuda, o su dinero o cualquier cosa.

Pero no es malo ser egoísta. Si buscamos la definición de egoísmo en un diccionario obtendremos algo parecido a esto:
"Inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás."

En mi caso, no fue un amor inmoderado y excesivo, sino que fue completamente absoluto. Me quise a mí sólo, a mi forma de ser, a mis logros, a mi inteligencia y a mis costumbres. Cerré la puerta de mi conciencia que se preocupaba por el resto del universo y empecé a mirar hacia dentro. Era la única manera de superar mis barreras, de entender qué eran las emociones que de vez en cuando sentía y no podía comprender.

Así que cogí un puñado de libros, una navaja, un mechero y treinta paquetes de pañuelos de papel y salí al bosque, a buscar la ataraxia que durante tanto tiempo había considerado irrelevante comparada con el bienestar de mis congéneres.

- Pero, ¿acaso no es el ser humano un animal sociable por naturaleza? ¿no necesita relacionarse con otros miembros de su especie para alcanzar la felicidad? - intervino un alumno-

- Sí, por supuesto que sí, pero llega un momento en la vida de todo hombre altruista en el que tanto trato con personas que no te agradecen tus esfuerzos te hace replantearte tu forma de seguir adelante. Pierdes la motivación que tenías hasta entonces y tienes que encontrar una nueva -respondió el profesor-

- ¿Y no es más sencillo reducir progresivamente tu trato con los demás, en lugar de cortar por lo sano?

- Claro que es más sencillo, pero es enormemente menos efectivo, si vas reduciendo progresivamente sólo te encontrarás con el rechazo de personas que están acostumbradas a manejarte dócilmente.

- Ayudar a los demás no implica que ellos te manejen -añadió otro-

- Al final acaba siendo siempre así -replicó el profesor- Es más, las personas siempre queremos más de lo que nos ofrecen los demás, no importa cuánto sufra una persona por ti, que siempre deseas que se preocupe más y más por ti. Ese egoísmo es el verdaderamente perjudicial para la especie.

- Pero la solución a los problemas no es la reclusión voluntaria... - increpó otro alumno-

- ¿Estás seguro de éso?

- Sí, el hombre necesita la ayuda de los demás para solucionar sus inquietudes y sus problemas.

- No, pues el resto de personas a la vez que pueden solucionar el dolor son capaces de provocar aún más; hay problemas que tiene que solucionar uno mismo, y NADIE te va a ayudar a conocerte a ti mismo; esa es una tarea que debes llevar a cabo solo. Y sí, os estoy incitanto a la automarginación social, al menos durante períodos en vuestra vida debéis estar solos, es cuando no se tiene ninguna compañía cuando más se aprende sobre la mente humana. Bien, ha terminado la clase.

- Sólo una cosa más, señor.

- Dígame.

- ¿Para qué quería tantos pañuelos de papel?

(risas)

- Para secarme las lágrimas.

(Silencio)

Vargas.


miércoles, 7 de mayo de 2008

Abandono espiritual.

Hace ya más de un mes que colgué la última estrada de este pequeño blog. Te tenía abandonado, a ti amigo, tú que siempre has estado ahí, soportando pacientemente mis comeduras de cabeza, mis textos larguísimos, mis chorradas cibernéticas, a ti que te he abierto mi corazón, a ti que te he acariciado suavemente con las letras que iba escupiendo mi teclado, a ti que te he llenado con cariño de mis pensamientos y reflexiones.

Y pensaréis vosotros, queridos lectores: ¿cómo te atreves a venir así ahora, a mirarle a los ojos (bueno, a su equivalente cibernético) al pobre blog que ha soportado con estoica resistencia tu rechazo durante más de un mes? ¿cómo te atreves a volver así, sin disculparte ni nada, sin una bolsa de chucherías pixeladas, sin ni siquiera un texto de colorines o un par de chistes de tetas y culos?

Pues porque vengo con la cabeza gacha, pidiéndole perdón a mi querido "Mira a tu alrededor... "por lo aberrantemente dejado que soy, con lo fácil que es escribir un poquito de vez en cuando para tenerlo contento, pero yo nada, ahí, actualizando el fotolog, que es sólo un pseudoblog de segunda categoría que no le llega a las suelas del contador de visitas a mi querido amigo.

Aunque no toda la culpa es mía, no penséis que voy a ser tan generoso como para acaparar yo toda la culpa y toda la vergüenza, que hay tres zánganos más que tienen poder para escribir aquí y mira, ¡vacío! Vaaaya, no soy yo el único vago de este rincón del ciberespacio.

Pero prometo que no volverá a suceder amigo mío, no volveré a permitir que te llenes de polvo binario, no dejaré que vuelvas a caer en el olvido, volveré a hacerte publicidad hasta en los váteres de los bares (sólo lo hice una vez) y volveré a tratarte como te mereces.

Hasta pronto, amigo.

Vargas.