El otro día tuve un examen de Filosofía. Como mi nivel de conocimientos filosóficos es bastante parco me inventé lo mejor que pude las 5 preguntas de las que constaba el examen y observándolo con gesto aprobativo (por si me estaba mirando alguno de mis compañeros, no porque pensase que lo había hecho bien) cerré el bolígrafo negro que había utilizado para estampar mi prosa en aquel folio marcado (la profesora es un pelín maniática y nos marca las hojas) me estiré y comencé a pasar la vista sobre mis compañeros de clase. Yo era el único que había terminado el examen y quedaban unos veinte minuos para que acabara la clase. Mis compañeros estaban todos más o menos concentrados en el folio que tenían delante, algunos con expresión de pura desesperación al no saber contestar a alguna pregunta y otros, muy seguros de si mismos, respondiendo tranquilamente a las cuestiones a las que se enfrentaban.
Pero hubo una cara que me llamó la atención. Una de mis compañeras estaba con la nariz prácticamente pegada al papel con la cara crispada por la concentración extrema a la que estaba sometida. Tenía una expresión acojonante (no se me ocurre otra palabra que describa mejor lo que veía), daba miedo verla, con los ojos desencajados y escribiendo a toda velocidad. Acabó de rellenar el folio en el que estaba escribiendo y en dos milésimas de segundo cogió otro al que empezo a torturar de las misma manera. Una gota de sudor recorría su frente, pero ella no parecía darse cuenta. Sonó el timbre que indica el final de la clase. Mis compañeros se levantaron y dejaron el examen en la mesa de la profesora con expresión de pena. Me levante, agarré mi mochila y me dispuse a salir por la puerta; pero al ir hacia la salida me giré y vi que la muchacha del examen seguía escribiendo en él con la misma cara de desesperación sin haber escuchado la campana. La profesora se acercó a su mesa y la dijo que el tiempo se había terminado y que debía entregar el examen. La chica levantó la cabeza con la mirada perdida, como si se hubiera olvidado de el lugar en el que se encontraba. Cuando comprendió que estaba en clase y que el tiempo había acabado escribió dos frases más a toda prisa y depositó el examen de mala gana en la mano de la profesora ya impaciente por irse a su casa.
Lo que no entiendo es cómo puede alguien llegar al punto de concentración que te hace olvidarte del mundo exterior en un simple examen parcial, es una situación de deseperación por querer poner un tema de diez páginas en dos folios en una hora. Escribo este mensaje sólo para recomendaros que no os toméis los exámenes tan a pecho, ya que salen muchísimo peor si estás nervioso que si vas relajado. Tómatelo con tranquilidad e intenta recordar todo lo que sabes y resumirlo lo mejor posible; no llegues a los extremos de mi compañera de clase, que estuvo al borde del infarto. Mucha suerte.
P.D. Seguramente esa chica saque un sobresaliente en el examen, y me juego el cuello a que yo no saco más de un 5 pelao, si llego. Eso me pasa por estar mirando a mis compañeros en vez de acabar los exámenes como es debido mientras pienso en la nueva entrada que escribiré aquí..
1 comentario:
Bueno, sabes que ésta es la entrada que más me gusta, así que te comentarizo aquí, jeje. Hasta hace poco podría decirse que no te conocía en absoluto, y quizás ahora también, pero a mí me sigue gustando pensar que sí, que confías en mí y me cuentas cosas que, puede, no le cuentes a nadie. Supongo que al ser tu hermana, sabrás que te quiero mucho y que, aunque no te guste, eres un ejemplo para mí (chinchaa) jaja. Sigue con tu blog, que sabes que me encanta. Un beso.
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