Nunca creí que sería yo quién escribiría esta historia. Tampoco quién la viviría, pero nadie es dueño de su destino, y no podemos zafarnos de las obligaciones que el porvenir nos otorga.
La historia de un mundo llamado desolación, de un alma llamada tristeza y de un universo sin nombre. Un universo negro, sin estrellas, sin luz, sin vida, sólo tristeza. Ella es el único habitante del mundo; nació de la tristeza, vive con tristeza y, por supuesto morirá de tristeza. Siempre rodeada de desamores, de discordia, de problemas, de golpes, de complicaciones, de suicidios, de heridas, de angustia, en definitiva: rodeada de desolación.
Pero no puede hacer nada por evitarlo, no le quedan fuerzas para quejarse, ni dientes para morder, tampoco le queda ni un centímetro de superficie que no este lleno de dentelladas. Tiene que resignarse a un mundo de dolor un dolor continuo, inagotable y eterno.
Es difícil imaginarse esa situación, intenta pensar cómo sería tu vida si en ella no existiera ni el más mínimo atisbo de felicidad, sin sonrisas, sin luz cegadora al despertar, sin un "buenas noches" al irte a dormir, sin escuchar jamás un "te quiero", sin ver la luna y las estrellas, sin tumbarte en el verde césped a intentar descifrar la forma de las nubes, sin ir a la playa a pasear junto a alguien, sin amigos, sin seres queridos, sin nadie que te aprecie, nadie que te enseñe, nadie a quien le importes, nadie que se preocupe por tus problemas, nadie que se de cuenta de que estás vivo.
Un mundo en el que estás sólo, abandonado en un negro y frío desierto sin arena, abandonado, un barco a la deriva sin velas, sin timón y sin timonel en el que tú eres el solitario capitán que ni siquiera tiene una petaca de ron para echarse a la boca e intentar olvidar.
Un mundo en el que el olvido no existe, en el que estás condenado a recordar todos y cada uno de los golpes que te has dado, condenado a ver la totalidad de tus infinitos errores que se repetirán periódicamente durante toda la eternidad. Jamás serías capaz de olvidar tus fallos, un mundo sin perdón.
Sin perdón. Sin un dios misericordioso y omnisciente que esté ahí esperando con los brazos abiertos a que tu alma entre en su reino de paz y tranquilidad. El único ser omnisciente que existe aquí eres tú, ya he dicho que estás solo, eres un dios venido a menos, negro, y preso de tu propio poder aberrante.
Un poder inexistente que te hiela las entrañas convirtiéndolas en fríos trozos de nada, un poder que sólo te permite avanzar en tu penosa locura. No eres nadie. No eres nada. No mereces vivir, pero tampoco puedes morir porque la muerte sería una salvación, una liberación de ese opresivo universo del que no puedes escapar jamás. La muerte no es la solución
¿Por qué?
Muy sencillo...
Porque no hay solución.
Vargas.
4 comentarios:
Ay, qué agonía. No me gusta este pesimismo que te ha dado ahora, eh? Me gustan más las entradas chachis. Que son las que realmente te salen bien.
Un beso, hermanito.
e me hiso lorar que iva pasar de todos si asi fuera nuestra vidaaaaaaaaaaaa................... besitos daisy
hay veces que me siento asi como dice. en un universo oscuro y lugubre.NO SE HAN SENTIDO ASI ALGUNA VEZ?
Pos vayaa
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