sábado, 1 de diciembre de 2007

Y tú, ¿cuánto tiempo llevas viviendo?

Pues hoy, haciendo honor a mi palabra cuando dije que intentaría escribir más a menudo y aprovechando que comienza el mes de diciembre, he decidido realizar esta entrada en la que incluyo un interesante cuento de Jorge Bucay. Jorge Bucay es un psicoterapeuta gestáltico que ha escrito varios libros, que él mismo considera herramientas terapéuticas, y a uno de los cuales pertenece este cuento.

Quiero agradecer a Seve la iniciativa que tuvo introduciendo un fragmento de un libro y recomendándolo, y así pienso seguir su ejemplo con esta pequeña historia con la que espero lograr causar el interés de aquél que encuentre el tiempo para leerla y disfrutarla.

Y sin más preámbulos, les dejo que lean.

Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como un buscador...

Un buscador es alguien que busca; no necesariamente alguien que encuentra.

Tampoco es alguien que, necesariamente, sabe qué es lo que está buscando. Es simplemente alguien para quien su vida es una búsqueda.

Un día, el buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de Kammir. Había aprendido a hacer caso riguroso de estas sensaciones que venían de un lugar desconocido de sí mismo. Así que lo dejó todo y partió.

Después de dos días de marcha por los polvorientos caminos, divisó, a lo lejos, Kammir, Un poco antes de llegar al pueblo, le llamó mucho la atención una colina a la derecha del sendero. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles, pájaros y flores encantadores. La rodeaba por completo una especie de pequeña valla de madera lustrada.

Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar.

De pronto, sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar por un momento en aquél lugar. El buscador traspasó el portal y empezó a caminar lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar, entre los árboles.

Dejó que sus ojos se posaran como mariposas en cada detalle de aquel paraíso multicolor.

Sus ojos eran los de un buscador, y quizá por eso descubrió aquella inscripción sobre una de las piedras:

Abdul Tareg, vivió 8 años, 6 meses, 2 semanas y 3 días

Se sobrecogió un poco al darse cuenta de que aquella piedra no era simplemente una piedra: era una lápida.

Sintió pena al pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en aquel lugar.

Mirando a su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado también tenía una inscripción. Se acercó a leerla. Decía:

Yamir Kalib, vivió 5 años, 8 meses y 3 semanas

El buscador se sintió terriblemente conmocionado.

Aquel hermoso lugar era un cementerio, y cada piedra era una tumba.

Una por una, empezó a leer las lápidas.

Todas tenían inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto.

Pero lo que lo conectó con el espanto fue comprobar que el que más tiempo había vivido sobrepasaba apenas los once años...

Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.

El cuidador del cementerio pasaba por allí y se acercó.

Lo miró llorar durante un rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.

-No, por ningún familiar —dijo el buscador—. ¿Qué pasa en este pueblo? ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué hay tantos niños muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre esta gente, que les ha obligado a construir un cementerio de niños?

El anciano sonrió y dijo:

- Puede usted serenarse. No hay tal maldición. Lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré...:

“Cuando un joven cumple quince años, sus padres le regalan una libreta como esta que tengo aquí, para que se la cuelgue al cuello. Es tradición entre nosotros que, a partir de ese momento, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta y anota en ella:

A la izquierda, qué fue lo disfrutado.

A la derecha, cuánto tiempo duró el gozo.

Conoció a su novia y se enamoró de ella. ¿Cuánto tiempo duró esa pasión enorme y el placer de conocerla? ¿Una semana? ¿Dos? ¿Tres semanas y media...?

Y después, la emoción del primer beso, el placer maravilloso del primer beso...¿Cuánto duró? ¿El minuto y medio del beso? ¿Dos días? ¿Una semana?

¿Y el embarazo y el nacimiento del primer hijo...?

¿Y la boda de los amigos?

¿Y el viaje más deseado?

¿Y el encuentro con el hermano que vuelve de un país lejano?

¿Cuánto tiempo duró el disfrutar de estas situaciones?

¿Horas? ¿Días?

Así, vamos anotando en la libreta cada momento que disfrutamos... Cada momento.

Cuando alguien se muere, es nuestra costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado para escribirlo sobre su tumba. Porque ese es para nosotros el único y verdadero tiempo vivido".

El Buscador (Cuentos para pensar), Jorge Bucay

Espero que tras haber leído este relato os planteéis otra forma de enfocar la vida. Esto lo digo porque en muchas ocasiones dedicamos más tiempo a aquellas cosas que nos preocupan que a disfrutar de los buenos momentos que nos proporcionan las personas más cercanas a nosotros, nuestros propios logros, nuestras ilusiones cumplidas… Y tenemos que darnos cuenta que la vida no está llena de malas situaciones, tenemos que comenzar a apreciar más los instantes de felicidad de los que disponemos. Nunca es tarde para empezar. Comienza ahora si es posible, ¡disfruta de la vida!

2 comentarios:

Seve dijo...

Gracias a ti por leer la entrada interminable, gente que me conoce, no se atrevió.
La historia me ha parecido curiosa, predecible, pero muy cierta. No somos conscientes de las oportunidades que tenemos para ser felices, algunas son discretas y pasan desapercibidas, pero otras son enormes, gargantescas, ciclópeas, y, sin embargo, nos empeñamos en mirar a nuestros promeblas, a nuestras pequeñas miserias.. Diría que no lo hago, pero soy culpable, eso sí, mañana me compro una libreta e intentaré ver lo mejor que tengo.
Cuánto tiempo viviré.. no lo sé, pero estoy desenado averiguarlo y esforzarme para que sea el máximo posible.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Muchas gracias por escribir esta historia, me ha hecho pensar y realmente me da mucha pena que a veces haya tan pocos momentos felices en nuestra vida como para que el que mas tenia fueran solo unos 11 años... ojalá consiga disfrutar más cosas =) saludos